La Convención de las Naciones Unidas sobre los Derechos de los Niños/as aprobada por la Asamblea General de las Naciones Unidas el dia 20 de noviembre de 1989 es el tratado de derechos humanos más firmado y ratificado hasta la fecha. Todas las naciones, con la excepción de los Estados Unidos que firmaron pero no ratificaron la Convención, se han comprometido a hacer cumplir los derechos de los niños en sus leyes y políticas.

Los 32 años de vida de la Convención son quizás aún pocos, si pensamos que solamente en 1989 el mundo reconoció que los niños, niñas y adolescentes son titulares de derechos civiles, sociales, políticos, culturales y económicos inalienables y tienen derecho a participar en todas las decisiones que les afecten.

“Es un tema que no es nada obvio” dice el docente que coordinó el taller realizado en su escuela con alumnos de 6 a 11 años sobre los Derechos de los Niños y los Valores de FMSI . “Y es fundamental no bajar la guardia en cuestiones de derechos, especialmente en un período histórico como el que estamos viviendo”.

“A lo largo de los años, como escuela pública, hemos tratado de mantener siempre un compromiso activo y constante en el reconocimiento y respeto de los derechos de todos y en particular de los niños y niñas. Creemos que es fundamental educar a las nuevas generaciones para que se respeten entre sí, especialmente en contextos socioculturales muy desfavorecidos. Cada día nos damos cuenta que los estereotipos y los prejuicios culturales están fuertemente arraigados incluso en los más pequeños; la escuela, por tanto, se erige como un valor añadido cuando propone en su plan de formación actividades que eduquen en el respeto, la acogida y la equidad, la igualdad de oportunidades de crecimiento personal para todos”.

Recordamos que entre los cuatro principios fundamentales de la Convención se encuentra el derecho a la participación (art. 12): los niños deben expresar su opinión sobre las decisiones que les afectan. Este derecho se aplica tanto a las decisiones que afectan a niños individualmente como al proceso de toma de decisiones estratégicas más amplio. Por tanto, no es una simple herramienta para la “participación democrática” de una categoría, sino que nos invita a considerar las prioridades expresadas por los niños como propias: “En el laboratorio”, explica la maestra, “los niños más pequeños estaban más orientados a priorizar el derecho al juego ya estar juntos mientras que los mayores al derecho a una familia, a la asistencia medical, a un hogar… revelando también el trabajo realizado por los docentes a lo largo de los años. Muchos niños han optado por representar en sus dibujos a la familia, al cuidado, la asistencia médica y al derecho a la educación “.

Preguntémonos a nosotros mismos como ciudadanos y a nuestros gobiernos si aplicamos la Convención cuando damos en gestión un espacio abandonado para un estacionamiento en lugar de una guardería, cuando aumentamos el nivel admisible de inmersiones industriales para atraer empresas a nuestros lugares, cuando compramos los productos más baratos sin pensar que son baratos porque los trabajadores reciben un salario con el cual no pueden mantener su familia, cuando cerramos una escuela o un centro médico en las zonas remotas invirtiendo en un servicio wifi, como único sustituto de la presencia de una comunidad, que emite series que tienen como horizonte la competición y la desesperación.

Son los niños, quienes miran a lo esencial de la vida, nuestros verdaderos reformadores económicos. Si hacemos nuestras sus prioridades, llevaremos a un cambio verdadero y no solo superficial.

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