“Quiero trabajar en la moda”. Mary Mulusa tiene 16 años y lleva dos meses asistiendo a un curso de costura y confección en la escuela de San Pablo, cerca de Kabwe (Zambia). Como muchas niñas de Zambia, Mary no terminó la escuela secundaria. Los índices de transición de la escuela primaria a la secundaria en el país siguen siendo bajos, tanto por las largas distancias que hay que recorrer para llegar a los centros como por los elevados costes. A estos obstáculos, ya insuperables, se añaden, en el caso de las niñas, los matrimonios precoces y los embarazos en la adolescencia.
En un aula de la escuela de San Pablo se imparte un curso de costura y sastrería: es gratuito para todos los chicos y chicas que han abandonado la escuela y buscan una segunda oportunidad. El aula se ha equipado con 12 máquinas de coser eléctricas y dos formadores se turnan durante los cursos, los cuales se imparten por las tardes. La iniciativa cuenta con fondos del proyecto “Nuevos Horizontes II”, financiado por Misean Cara, dentro de las “Actividades Generadoras de Ingresos” (IGA).
Las actividades generadoras de ingresos “pueden ser iniciativas rentables a las que las escuelas pueden recurrir para recaudar fondos adicionales para financiar programas educativos” (An Evaluation of Income Generating Projects in Public Secondary Schools, Hezron Nyagaka Nyamwega, International Journal of African and Asian Studies). El objetivo de las AGIs es implicar a las escuelas en actividades que puedan generar ingresos que se reinviertan en becas para niños necesitados u otros proyectos sociales. Un total de 16 actividades generadoras de ingresos están en marcha en 21 escuelas de Zambia y otros cuatro Países de la región (Zimbabue, Mozambique, Angola y Malawi) e incluyen el cultivo de huertos escolares, la cría de pollos u otras pequeñas actividades empresariales. Las iniciativas son importantes oportunidades de aprendizaje para los alumnos, especialmente cuando son los propios niños los que llevan a cabo la actividad, ya que esto contribuye significativamente a aumentar su capacidad para tomar decisiones y alcanzar objetivos centrados en el bienestar de la comunidad.
“Quiero ser sastre, es mi futuro”, dice Brian Mashilipa, de 16 años, “hay otros chicos en la clase conmigo, numéricamente somos menos que las chicas, pero no somos menos buenos”, la escuela está abierta a todos, chicos y chicas siempre que tengan más de 14 años.
“Empezamos este proyecto impulsados por la gran necesidad de dar una alternativa a estos niños que a menudo abandonaban la escuela”, dice Reuben Banda, director de la escuela. Entre otras actividades, los alumnos del curso de costura y sastrería confeccionan uniformes escolares que luego venden a la escuela. “La escuela ahorra dinero en uniformes escolares, y los niños hacen sostenible su actividad con efectos económicos y sociales positivos. No solo parece funcionar, sino que lo más importante es que los chicos aprenden un oficio: es la mejor manera de darles una oportunidad real de romper el círculo de la pobreza”.