Viajar hacia los demás, cada día, esto es el verdadero sentido de aventura
Angela Petenzi Project Administration Officer de FMSI
A lo largo de los años que he trabajado para el sector de proyectos de la Fundación Marista para la Solidaridad Internacional, he tenido la oportunidad de realizar muchos viajes a los distintos continentes y visitar las comunidades asociadas a nuestros proyectos. Con el paso del tiempo, lo que eran sólo puntos en el mapa y nombres difíciles a pronunciar se han convertido en lugares y personas familiares, y en fatigas y alegrías compartidas. Estoy agradecida por esta sucesión de encuentros que han cambiado mi vida, por este ejercicio continuo de ver el mundo a través de los ojos de los demás y por esta vulnerabilidad especial por la que, si pasa algo en el mundo o hay una guerra entre dos pueblos antes amigos, sufres y participas porque en ambos lados hay gente que conoces, te pones en contacto con ellos para saber cómo están y te preocupas por sus vidas.
Son muchos los proyectos que la Fundación ha llevado a cabo gracias al apoyo de muchos organismos donantes, del Instituto Marista, de particulares y, sobre todo, gracias a la incansable labor de las comunidades maristas locales, que han abierto las puertas de sus colegios a las nuevas urgencias, han apostado por las comunidades a través de la formación y la ayuda, llevando a una nueva actitud hacia los niños y a los alumnos, como enseñaba San Marcelino, que al mismo tiempo supera y valora las culturas locales.
Junto a todo esto están las luchas, los errores y la sensación de pequeñez frente a lo que parece ser una máquina “malvada” bien engrasada que a menudo amenaza y pone obstáculos a los logros.
Sin embargo, les aseguro que ver a un niño, que no había podido ir a la escuela ya que era un trabajador doméstico, escribir a su nombre y realizar con orgullo operaciones matemáticas delante de todos, o la sonrisa de una persona mayor recibiendo una comida caliente entre las paredes de una casa bombardeada es como “un enorme árbol cubriendo escombros”. Esto es lo que da sentido a la vida y a nuestro trabajo.
Mis visitas siempre han sido demasiado cortas para conocer a fondo la realidad y las culturas locales. Pero, agradezco a las comunidades maristas que facilitaron este trabajo, actuando como mediadores como María y ayudándome a afinar la mirada para reconocer la esperanza. Sí, porqué incluso en las situaciones más terribles e inhumanas, la gente siempre conserva un espacio de esperanza en su interior. Esto puede mostrarse en una camisa blanca lavada y planchada en una casucha de basura; en un lápiz de dibujo conservado celosamente dentro de una mochila estropeada; en un preparar la comida cantando, aunque entre las casas en ruinas; o en quien se levanta a las 3 de la madrugada para ir a una escuela a kilómetros de casa, desafiando los peligros del camino o los peligros de ser una niña.
Con nuestros proyectos tenemos que ser la comadrona que hace la ecografía de esas esperanzas, ayuda a la gente a darles luz y a crecerlas, para la vida de todos.