Hemos hablado ya varias veces, desde el Secretariado de Solidaridad, de los Objetivos de Desarrollo Sostenible. Ya sabemos que éstos son un grupo de objetivos que se quieren conseguir para el 2030, para todos los países, para todas las personas en el mundo. Sí, son objetivos ambiciosos. Al mismo tiempo, ya sabemos que se pueden alcanzar, al menos en un pocertanje amplio. Y sí, para lograrlos hace falta nuestro compromiso decidido, también nuestra colaboración como Maristas.
Al reflexionar sobre el primero de los objetivos nos pueden surgir varios pensamientos. En primer lugar, descubrimos que existen varias formas de pobreza, descubrimos que la pobreza tiene más de una cara. Somos conscientes de la pobreza alimenticia de millones de personas que no tienen qué llevarse a la boca; pero también vemos a menudo la pobreza habitacional de personas “sin techo”, que vemos dormir en los soportales de nuestras ciudades; o la pobreza energética de quienes no pueden encender una estufa para calentarse en los días de invierno; o la pobreza educativa de aquellos que no pueden acudir a la escuela.
Otra idea que puede venir a nuestra mente es la “repetición” de este tema. Sí, se da repetición, porque es una cuestión esencial, porque es un asunto que no podemos dejar para resolver más adelante. Descubrimos que este objetivo está relacionado con “el clamor de los pobres” del que nos hablan los objetivos de Laudato Si; vemos que este objetivo guía el trabajo de nuestras ONG y asociaciones de solidaridad Marista, en muchos de nuestros países y Provincias, desde hace muchos años; nos recuerda este objetivo la tradicción de la Iglesia que trabajar en pos de quien menos tiene, de compartir los bienes con los necesitados, de no permitir que la dignidad humana se vea menospreciada.
Los informes oficiales, en los últimos 25 años, nos hablan de la reducción de la pobreza en números totales, si bien es cierto que los números de personas que sufren pobreza sigue siendo escandaloso. También somos conscientes que la situación pandémica ha empeorado la vida de muchas personas, que se han visto seriamente afectadas.
Como Maristas de Champagnat, desde nuestra fundación, estamos comprometidos con las situaciones de vulnerabilidad, queremos estar cerca de personas que se hayan en necesidad. Nuestro último Capítulo General nos lo recuerda con la bella expresión de la llamada 4ª: “caminar con los niños y jóvenes marginados de la vida” y nos invita también a estar atentos a los signos de los tiempos con otra expresión, igualmente bella, que encontramos en la 5ª llamada: “responder audazmente a las necesidades emergentes”.
Nuestras obras Maristas están llamadas, en este siglo XXI, a seguir trabajando por el bien de los más necesitados. Estamos llamados a trabajar con otros, en red, para así poder llegar más lejos en nuestro objetivo de reducir las situaciones de desigualdad. Gracias al trabajo en red estamos siendo capaces de descubrir cómo nuestros socios trabajan en lugares donde los Maristas no tenemos presencia (zonas de Europa del Este, algunas áreas de África, algún país en Asia…). Esto nos enriquece y nos impulsa a seguir trabajando, de manera comprometida, allí donde nos encontramos.