















Empoderar a Niños, Niñas y Mujeres en Bolivia: el Compromiso Marista con los Derechos, la Dignidad y el Cambio Social
El proyecto anual “Empowering children and women in the defence, promotion and advocacy of their rights and in the care of the environment” acaba de concluir, marcando el cierre de doce meses de trabajo intenso, amplia movilización comunitaria y acciones transformadoras en diversas regiones de Bolivia. Implementado por los Maristas con un enfoque profundamente centrado en la niñez y basado en derechos, el proyecto generó resultados significativos y sostenibles para niños, niñas, adolescentes, mujeres, educadores y comunidades enteras. Su impacto demuestra cómo un enfoque coordinado, compasivo y orientado a la justicia puede producir cambios reales en la vida de quienes se ven más afectados por la desigualdad, la violencia y la exclusión.
En un país donde las desigualdades estructurales, el trabajo infantil y la violencia de género siguen determinando la vida cotidiana de miles de niños, niñas y mujeres, el proyecto surgió como una iniciativa urgente y necesaria. Diseñado y ejecutado desde una perspectiva centrada en el niño y arraigado en la tradición Marista de solidaridad, colocó la dignidad, la participación y la protección de las personas más vulnerables en el centro de cada acción. A lo largo de su ejecución, generó cambios profundos para niños, niñas, adolescentes, mujeres, docentes, familias y comunidades.
Basado en un enfoque de derechos, el proyecto abordó realidades interconectadas que afectan el desarrollo infantil: la persistencia del trabajo infantil, la normalización de la violencia, la debilidad de los sistemas de protección y la escasa participación de los niños en las decisiones que afectan sus vidas. Los niños y las niñas no fueron considerados beneficiarios pasivos, sino protagonistas, líderes y agentes de cambio. Sus voces, experiencias y aspiraciones guiaron el diseño y la implementación del proyecto, garantizando que cada actividad respondiera a necesidades reales y fomentara un empoderamiento auténtico.
Uno de los logros más significativos fue la creación de entornos seguros y participativos donde niños, niñas y adolescentes pudieron aprender, expresarse y actuar colectivamente. A través de espacios de formación, programas de mediación escolar y talleres de liderazgo, los jóvenes adquirieron conocimientos sobre sus derechos y herramientas para ejercerlos. Muchos lideraron posteriormente iniciativas en sus escuelas y comunidades, promoviendo la protección infantil, la resolución pacífica de conflictos y la eliminación del trabajo infantil. Su participación reflejó no solo un crecimiento personal, sino también un cambio en la manera en que las comunidades perciben el papel y el potencial de los jóvenes en la vida pública.
El trabajo con mujeres – especialmente con sobrevivientes de violencia de género – fue igualmente determinante. En talleres desarrollados junto a organizaciones locales, cientos de mujeres recibieron información, apoyo y herramientas para conocer sus derechos, acceder a la justicia y romper ciclos de violencia. También se realizaron espacios formativos con hombres y padres, fomentando reflexiones sobre masculinidades positivas, respeto y corresponsabilidad dentro del hogar. Al fortalecer las capacidades de prevención y respuesta, el proyecto contribuyó a la creación de entornos más seguros para mujeres, niñas y niños, particularmente en zonas rurales y periurbanas donde el acceso a servicios es limitado.
La educación se mantuvo como un pilar fundamental del proyecto. Docentes y directores recibieron formación especializada en protección infantil, mediación y pedagogía basada en derechos. Esto fortaleció tanto las competencias individuales como la cultura institucional de las escuelas Maristas y aliadas. La implementación de programas de mediación escolar en diversas unidades educativas mejoró la convivencia, redujo la violencia y proporcionó herramientas pacíficas y restaurativas para resolver conflictos. La integración de la educación ambiental – a través de huertos escolares, iniciativas de reforestación e instalación de paneles solares – permitió que los niños aprendieran prácticas de cuidado del medio ambiente al tiempo que se promovía sostenibilidad y conciencia ecológica.
Un rasgo distintivo del proyecto fue su capacidad de conectar las realidades locales con la incidencia nacional. Niños, niñas, adolescentes y jóvenes trabajadores participaron en un proceso estructurado para elaborar un documento de incidencia política dirigido a los candidatos de las elecciones nacionales de Bolivia. Con el apoyo de universidades, organizaciones de la sociedad civil y educadores Maristas, los jóvenes formularon demandas claras y fundamentadas sobre la erradicación del trabajo infantil, el fortalecimiento de los sistemas de protección y la necesidad de políticas públicas que respondan a sus realidades. Su participación marcó un cambio cultural profundo: los niños y las niñas dejaron de ser meros receptores de decisiones y pasaron a ser actores capaces de influir en la agenda pública.
El proyecto centró su atención en los grupos más vulnerables – niños de zonas rurales, niños trabajadores, madres en situación de violencia, adolescentes en conflicto con la ley, niños con enfermedades graves y familias marginadas – demostrando la profundidad del compromiso Marista de “caminar con los niños y jóvenes de las periferias”. Las actividades no solo ofrecieron apoyo, sino que generaron pertenencia, restauraron dignidad y crearon espacios en los que cada persona se sintió vista, valorada y capaz de impulsar cambios. En muchos casos, la participación fortaleció vínculos familiares, mejoró la convivencia escolar y favoreció el bienestar emocional de niños y jóvenes.
La naturaleza colaborativa del proyecto fue otro factor clave de su éxito. Alianzas con instituciones académicas, organizaciones civiles, comités locales, grupos de inspiración religiosa y movimientos comunitarios enriquecieron la metodología e imprimieron coherencia local a cada acción. Las redes construidas durante el año ampliaron el alcance del proyecto y establecieron bases sólidas para su sostenibilidad futura.
Cada actividad fue diseñada para promover la inclusión, la participación y la responsabilidad social. El enfoque combinó formación, sensibilización y acción práctica.
Al finalizar el proyecto, se registraron los siguientes logros:
- 60 docentes fueron capacitados para convertirse en facilitadores de mediación escolar, ayudando a los estudiantes a resolver conflictos de manera pacífica y a construir entornos más inclusivos;
- 259 adolescentes y jóvenes líderes participaron en cursos y posteriormente promovieron iniciativas en sus escuelas sobre la protección de los derechos de la niñez;
- 360 docentes y 890 líderes estudiantiles participaron en las actividades de seguimiento, aplicando los nuevos métodos dentro de sus instituciones.
Los padres también desempeñaron un papel importante:
- 401 de ellos se sumaron a las iniciativas escolares y ayudaron a sensibilizar a otros padres sobre la protección infantil;
- un grupo de 100 niños trabajadores participó directamente en iniciativas de incidencia, aprendiendo a compartir sus experiencias y a defender sus derechos;
- 167 hombres y 944 mujeres fueron formados en igualdad de género, masculinidades positivas y respeto mutuo;
- la dimensión ambiental se evidenció en diez escuelas que crearon huertos comunitarios, mientras que se plantaron 5.000 plantines en actividades de reforestación.
Al concluir el proyecto, fue evidente que su impacto más profundo no radicaba únicamente en las cifras – aunque significativas – sino en el cambio cultural generado. Niños y niñas que antes no tenían voz se convirtieron en defensores de derechos; docentes que enfrentaban dificultades para gestionar conflictos son ahora mediadores y promotores de paz; mujeres sobrevivientes de violencia encontraron redes de apoyo que les permitieron recuperar autonomía; escuelas con capacidad ambiental limitada hoy cultivan huertos, plantan árboles e integran la educación ecológica en la vida cotidiana.
El proyecto constituye un testimonio del poder transformador de un enfoque basado en derechos, centrado en la persona y orientado a la comunidad. Asimismo, reafirma la convicción Marista de que cada niño posee una dignidad inherente y un potencial inmenso, y que la sociedad tiene el deber moral de garantizar su protección, participación y desarrollo.
A través de la educación, la incidencia, la participación infantil y la protección, la iniciativa ha sentado las bases para un cambio cultural duradero en Bolivia – un cambio en el que niños y mujeres no solo son protegidos, sino verdaderamente empoderados, y donde la solidaridad se convierte en una expresión concreta de justicia, compasión y esperanza.

