Malawi es un gran desafío: tiene una alta tasa de analfabetismo y una de las tasas más altas de matrimonio precoz del mundo.
Según la investigación de UNICEF para 2020, la situación de los niños y las mujeres en Malawi es muy crítica: el 46,7% de las niñas se casan antes de los 18 años y, una vez casadas, muchas abandonan la escuela; la tasa de nacimientos prematuros es la más alta del mundo, en torno al 13%; el 39% de las niñas y los niños trabajan; el 71% de las niñas y los niños son objeto de disciplina violenta. Una de las razones es el escaso acceso a la educación, sobre todo de las niñas: el 32% de las jóvenes que, según su edad, deberían estar asistiendo a la escuela secundaria, no están escolarizadas, frente al 23% de sus compañeros varones.
La pandemia también hizo que un número aún mayor de niñas abandonara la escuela. El cierre de todas las escuelas e instituciones educativas del país tuvo un impacto inmediato en los alumnos, especialmente entre los más marginados. La consiguiente pérdida de todas las oportunidades de aprendizaje afectó especialmente a los niños con discapacidades, a los que asistían a las escuelas abiertas, a los alumnos con dificultades socioeconómicas y, por último, a las niñas de las comunidades más pobres y de más difícil acceso, porque no estaban adecuadamente preparadas para las nuevas modalidades de aprendizaje a distancia o de apoyo educativo en el hogar.
FMSI, en colaboración con los Hermanos Maristas, ya ha puesto en marcha cuatro proyectos en Malawi, entre ellos el de “Equidad en el acceso a una educación de calidad para las niñas y los niños desfavorecidas/os“, cuyo objetivo es promover la igualdad afirmando rotundamente que la equidad y la educación de calidad son tanto un derecho como una necesidad y considerando fundamentales las cuestiones de la capacitación de las niñas y la igualdad de género.
A continuación, presentamos una breve entrevista con el Hermano Francis Jumbe, director de proyectos, consejero provincial de Malawi y presidente de la Comisión de Misión Africana, con amplia experiencia en iniciativas maristas en el campo de la educación.
¿A qué reto se enfrenta Malawi para ofrecer una educación de calidad a las niñas?
Acceso ciertamente limitado a una educación de calidad: durante 2020, 226.809 candidatos de 270.558 aprobaron el certificado de fin de estudios primarios. Sin embargo, sólo 83.835 candidatos fueron seleccionados para iniciar el primer módulo en varios centros de enseñanza secundaria, es decir, el 36,9% de los que aprobaron el examen. Un pequeño porcentaje de los alumnos y alumnas seleccionados acude a los centros de enseñanza secundaria nacionales y de distrito convencionales, mientras que la mayoría acude a centros de enseñanza secundaria diurna en las comunidades, con pocos profesores y sin instalaciones de acogida. Además, las alumnas que no son seleccionadas para las escuelas secundarias acaban matriculándose en “escuelas secundarias abiertas” que funcionan en colegios normales de 14 a 17 horas, donde la calidad de la enseñanza impartida es muy pobre y de difícil acceso para una niña. Esta organización de la escuela abierta no es buena para las niñas que, en Malawi, ya parten con desventaja y sufren la discriminación de género. La falta de selección y las largas distancias a las escuelas secundarias son factores que empujan a un gran número de niñas a abandonar la escuela. Como consecuencia muy común, se producen matrimonios precoces y embarazos prematuros entre las niñas; una situación que perpetúa el ciclo de la pobreza.
¿Cómo influyen los padres en la educación de las niñas?
Muchos padres, especialmente en las zonas rurales, siguen creyendo que el lugar adecuado para las niñas es la cocina. Debido a las funciones tradicionales que desempeñan las niñas en el hogar, como ir a buscar agua y leña y cuidar de los hermanos menores, la educación no es una necesidad.
Si una familia tiene problemas económicos, prefiere enviar a un niño a la escuela antes que a una niña. Además, los padres con dificultades económicas se plantean con demasiada frecuencia casar a sus hijas adolescentes para superar los problemas económicos de la familia en lugar de enviarlas a la escuela.
¿Qué impacto puede tener el proyecto en la resolución de problemas?
Nos esforzamos para que el proyecto ayude a los niños y niñas a adquirir habilidades para la vida cotidiana. La educación no se limita a la adquisición de credenciales académicas, sino que los educa para que se conviertan en miembros productivos de sus comunidades y sepan afrontar con éxito los problemas cotidianos. Los cursos de formación empresarial, por ejemplo, proporcionarán conocimientos para dirigir pequeñas empresas. Todos podemos contribuir a cambiar la mentalidad: hay que acabar con el mito de que las niñas deben estar en la cocina. ¡Si se les da una oportunidad, las niñas pueden desempeñar un papel importante en la mejora de los ingresos familiares y el desarrollo de la comunidad!